sábado, 27 de diciembre de 2008

El miedo


La ajada puerta de madera se abrió muy lentamente, deslumbrándole con la claridad que había al otro lado; cerró los ojos. Un crujido siniestro se deslizó por el suelo, y Charlie sintió un escalofrío. El sudor se abría paso por los poros de su piel, y sus ojos se removían angustiados bajo los párpados cerrados. Charlie empezó a gimotear, con la cabeza entre las piernas, sentado en la cama.


La puerta se cerró de pronto, con un bramido sordo. Charlie alzó la cabeza, conteniendo la respiración; el miedo iba a acabar con él. Apretó los labios y se echó a llorar, un llanto pueril, jadeante, que enternecería hasta al más duro de los corazones. Charlie se dejó llevar, pues lo necesitaba, necesitaba de veras soltar esas amargas lágrimas. El chico fue calmándose poco a poco...

***


No había motivo para hacerlo, pero aun así no podía dejarlo.
Era adictivo, casi una obsesión...
Disfrutaba con ello... a sabiendas de que no era bueno.
Su mente era una lucha continua por buscar la solución...
... que nunca llegaba.

***


El olvido es el mejor medicamento contra la infelicidad.
La palabra es la oscura cárcel del alma.
Nada de lo que sabes es real... aún.
Teme... eso te hará más fuerte.
Y mira a tu alrededor, a tu gente;
¿observas en sus rostros algún rastro
de terror, de pavor... de miedo?
No te escondas; sé que estás ahí.
He venido a buscarte,
a reclamar mi parte...
A meter el miedo dentro de ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario