Calma, calma, bendita calma.
Sentados a la orilla del acantilado, llueve a lo lejos, sobre el mar.
Las nubes grises pasan lentas, arrastrando consigo una brisa salada.
Gaviotas sobrevuelan nuestras cabezas, dejándose llevar.
Yo le arranco unas notas a mi guitarra, y tú mientras observas el horizonte, con la mirada perdida.
Son sólo sensaciones...
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