te oigo lejana, te oigo lejana...
quiero tocarte, ¿dónde estás?
¿Estás lejos o soy yo,
que lo siento así?
¿Hay alguien dentro
de esa cabecita?
Quizás debería desistir,
he estado llamando a la puerta
durante días enteros
y nadie ha abierto,
he pasado frío,
soportado diluvios,
pero nadie me abre esta puerta
del demonio.
Como no tengo nada más
que hacer,
arranco briznas del suelo
y pienso en por qué
no quieres abrir la puerta,
ni tan siquiera te asomas,
para decirme algo,
para que no me preocupe.
Sólo quería verte,
y saber si estás bien,
aunque me mintieras
y no lo estés,
quería que supieras
que en mi cama
hay sitio de sobra,
si te quisieras venir,
si no te importa.
Pero, ¿qué hago aquí?
No vas a abrirme, ya lo sé,
he estado esperando tanto
para tener que marcharme
con los pies arrastrando,
que no con los pies por delante
aunque, a estas alturas,
ya me importaría poco.
Y la noche es oscura,
negra, un abismo,
y no hay estrellas,
ni tampoco luna,
y entre sombras
deshago el camino
que me ha llevado hasta ti,
para nunca volver,
para nunca volver a verte,
¿para ser feliz? No lo creo;
eso no es para mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario