jueves, 1 de julio de 2010

Ya es verano,
parecen susurrarme las gaviotas
que vienen a recoger los restos
que dejamos en la arena;
quizá lo sea, sí.
Si lo dicen por las noches insomnes,
llenas de estrellas como manchas
en un cielo negro inmaculado,
mientras el murmullo calmo del mar
sume a tu cuerpo de una
infinita melancolía,
sí, es verano.

Qué bonito se ve el cielo
cuando amanece el nuevo día,
y el sol anaranjado ilumina
tu rostro etílico y cansado.
Y cuando las sombras se hacen cortas
y oscuras en el suelo,
y un agradable sopor se adueña
de las tardes de televisión
y palmeras a lo lejos,
no hay nada que quieras cambiar
en ese preciso momento.

Ya es verano,
por fin.

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