lunes, 2 de agosto de 2010

Son las cuatro de la mañana,
y no veo el momento de volver
a casa a ver pasar la noche
entre sueños y abrazos dormidos.

Pero tú, con tu sonrisa rota,
me dices y me convences
de que me quede, un rato más,
y no te puedo decir que no.

Así que me recuesto en la silla,
y te escucho hablar con alguien,
la gente habla y habla,
yo los escucho desde lejos.

Juego a robarte miradas,
gestos, sonrisas extrañas,
eres tan diferente a todo
lo que he conocido.

Por primera vez veo el sol
aparecer en el horizonte,
y la mar calma acompasa
tus latidos y los míos.

Si todo fuera eterno, es probable
que me cansara de ti,
así que disfrutemos del momento
mientras sigan habiendo días.

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