Son las cuatro de la mañana,
y no veo el momento de volver
a casa a ver pasar la noche
entre sueños y abrazos dormidos.
Pero tú, con tu sonrisa rota,
me dices y me convences
de que me quede, un rato más,
y no te puedo decir que no.
Así que me recuesto en la silla,
y te escucho hablar con alguien,
la gente habla y habla,
yo los escucho desde lejos.
Juego a robarte miradas,
gestos, sonrisas extrañas,
eres tan diferente a todo
lo que he conocido.
Por primera vez veo el sol
aparecer en el horizonte,
y la mar calma acompasa
tus latidos y los míos.
Si todo fuera eterno, es probable
que me cansara de ti,
así que disfrutemos del momento
mientras sigan habiendo días.
Los finales hablan por si solos.
ResponderEliminarY noches para ver amanecer...
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