viernes, 31 de diciembre de 2010

2010

El cielo va cayéndose a pedazos,
se desmoronan las nubes
y las tormentas que almacenan;
es tiempo de ordenar el caos
y dejar paso a un día nuevo.

Veo volar a las gaviotas
en la gris luz del amanecer,
aquí, tan lejos (y tan cerca)
del mar,
se me hace extraño este sabor
a sal en mi boca,
el regusto dulce
de la brisa marina.
Imagino que ahí seguirá,
siempre el mismo, siempre cambiante,
como tantas otras cosas;
e imagino que tú,
cómo no,
seguirás donde siempre,
viendo nacer esta tormenta
a través de la ventana.

Hace frío,
la cama todavía no me llama;
mientras tanto escribo delirios,
pongo en palabras sensaciones
que ahora me parecen irreales,
momentos en forma
de regalo inesperado unas veces,
indeseado otras tantas,
que la vida se ha empeñado
en ofrecerme.

Sonrío casi sin quererlo,
pero mis ojos cansados observan
la levedad del vuelo de las gaviotas
y me llevan a tu maldito recuerdo;
pero ahora eres fugaz, translúcida,
una sombra del pasado,
siempre presente,
e indulgente con mi camino.

Observo a las tres
o cuatro almas desorientadas
que caminan estas calles
en estas horas del alba;
el cielo ahora despejado
me dedica una sonrisa,
quizá después de todo
no será tan malo
volver a empezar.

1 comentario:

  1. bonito poema!me describe a mi hace un tiempo atras. voy a seguir cotilleando, pero antes de despedirme quería invitarte a mi baúl,por si quieres compartir algún sueño con todos los amigos de Coquette.
    te esperamos!
    hasta pronto =)

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