domingo, 6 de marzo de 2011

Éramos como dos extraños
en aquella cena de idiotas,
el uno frente al otro,
sin saber qué hacer
ni qué decir ante la gente
que no paraba de hablar.
Dos minutos después,
nos faltaba camino
para salir corriendo,
y tu vestido claro revoloteaba
tras de ti como mil gaviotas.
Volábamos entre transeúntes
y calles medio iluminadas,
con el corazón desbocado
y la risa a flor de piel.

Éramos jóvenes e ignorantes,
como dos extraños de la vida,
regalándonos sonrisas
como si fuera nuestra última noche,
brindando al sol y a la luna
por un futuro que nos quedaba lejos,
y demasiado grande.

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