martes, 1 de julio de 2014

Supongo que siempre tiene que llegar el momento.

Miras desde la cama en penumbra la curva de su hombro
y nunca, en tu puta vida, piensas que eso no vaya a estar ahí.
Las señales no aparecieron, y quizá fue lo más evidente,
que la falta de señales esconden las grietas profundas,
abajo, donde nadie las ve.

Corres, sin mirar atrás, pero no ves la pared delante de ti.
Con las manos en alto, bailando y gritando y saltando,
se interpone el muro en tu camino, y chocas.
Desconcertado, miras alrededor y sólo hay muro,
y oscuridad y ecos.

¿Qué ha pasado? No lo sabes, y te preguntas cómo.
Que no entiendes que esa sonrisa ya no te baile los ojos,
que no entiendes que romper la distancia ya no sirva,
que hayan kilómetros donde aparentan centímetros,
distancia en la cercanía.

Hace frío en pleno Julio y ni te das cuenta.
Las noches se vuelven líquidas, como las horas,
y pierdes la conciencia de las mañanas o tardes,
¿por qué estás aquí mirando el atardecer?
Corre, ve rápido hacia allí, haz algo.

El aire se vuelve extraño, como el sabor
de la sangre en la boca de las palabras como cuchillas.
Paz, tregua, manos en alto, rodillas en el suelo,
lo que sea con tal de mirarte a la cara y olvidarlo todo,
dar una patada al suelo y empezar otra vez.

Dónde está el camino, quizá nunca lo has sabido.
Quizá sólo andabas, sin saber. Sin mirar.
Y ahora te empeñas en mirar al suelo, cuidando cada paso,
previendo la hipotética roca que te haga caer,
el bache que te hunda y te engulla.

No sé dónde estoy, quién soy, qué es esto.
Si la vida era fácil y la cerveza corría,
si la sonrisa de mi cara cuando preguntaban por ti
no había dios que la borrara,
¿cómo quieres que siga?

Si no queda nada, ¿qué tengo?
Si nada puedo darte, ¿qué tengo?
Si nadie quiere nada, ¿qué tengo?
Si nada es lo que te viene cuando me ves,
¿qué me queda?

¿Cómo entender nada, si todo es absurdo,
si esto es absurdo, si somos absurdos,
si cualquier maldita acción tiene su reacción absurda,
si lo más lógico de mis decisiones me lleva ante ti,
la reina del absurdo?

Quizás el mar me cierre los ojos por un rato,
y me deje llevar por su voz susurrante,
perdido en ninguna parte, a solas con él,
sintiendo la arena y aferrándome a ella como si eso
fuera lo único cierto en esta vida.

Quizás es lo mejor.

1 comentario:

  1. ¡Uff, impresionante!
    La clave reside en eso que tan bien has dicho de que "la falta de señales esconde las grietas más profundas". La vorágine en la que vivimos nos impiden detectar la debacle que se avecina.
    ¿Qué es más duro, darse de bruces con una realidad que jamás pensabas o ser el primero en detectar la grieta que va a arrasar la más fuerte construcción?
    Lo único cierto en esta vida es que es un placer leer tus versos...

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