sábado, 27 de diciembre de 2008

El día


Estábamos sentados en la colina
al calor del humo de un cigarrillo y nuestros besos.
Atardecía sobre la ciudad,
el cielo se apagaba
como las brasas tardías de la lumbre de un hogar.
Tú y tus historias
me maravillaron aquel día
en que nos conocimos.
Tus ojos verdes me miraban,
y yo no sabía responderles,
abatido como estaba ante
la solemnidad de tu presencia.
Hasta entonces no conocía esa sensación
de querer echar a reír siempre,
fuera cual fuera el momento;
de tener control absoluto
sobre este mágico universo;
de creer en todo lo bueno
que todos tenemos dentro.
Tú me diste todo aquello...
...
... y ahora me lo has quitado.

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