sábado, 27 de diciembre de 2008

Raro


Quisiera darle una vuelta de tuerca a todo lo que escribo, aunque sólo sea por esta vez (no prometo nada). Y, sinceramente, no sé cómo hacerlo...

¡Sí, oh, sí, oh yeah, ahí viene, oh sí, Dios santo bendito!

... intento fallido... ¿verdad? Qué tontería...

Qué le voy a hacer, ya he dicho que no sé hacerlo; es como caminar por un pasillo estrecho, muy estrecho, en el que apenas hay margen para moverse, y en el que por supuesto sólo puedes avanzar en una sola dirección; detrás tuyo la pared avanza, impidiendote volver atrás, a tus orígenes. Así que tan sólo sigues adelante, sin ganas, pero sin remedio alguno.

Pasa con todo. Quien dijera que la libertad es un derecho humano inalienable, es un enorme hipócrita. ¡No existe la libertad! Ya lo dijo el gran Bob Dylan: "Nadie es libre. Hasta los pájaros están encadenados al cielo...". Una verdad como una casa. Por eso, el querer cambiar mi vida, mi forma de escribir, aunque fuera por un momento, es un pensamiento absurdo, imposible.

De vez en cuando algo o alguien nos sorprende con un sermón alentador y esperanzador acerca del futuro, llenando nuestros oídos de utopías y mundos de Yupi. Lo digo con todo el dolor de mi corazón (pues me gustaría que ello pudiera ocurrir): no hagáis caso de todo lo que se dice, nada puede cambiar... y nada cambiará.

Siento que me repito más que una buena fabada con chorizo... ¿y qué?

La vida es rara... pero merece la pena navegar en sus mares.

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