sábado, 27 de diciembre de 2008

El final del camino


Un nombre no dice nada de una persona; es tan solo una máscara, una capa de pintura que adorna al ser humano que casi todos llevamos dentro.

Digo "casi" porque estoy convencido de que hay "personas" que no pueden o no deberían ser llamadas así. Gente que viene y va, sin destino alguno en la vida, a remolque de otros, más astutos quizás, gente sin sentido alguno, que malgastan un lugar en el mundo para desgracia de otros...

La mirada de esas personas da escalofríos, lo puedo asegurar. Sus ojos son un abismo sin fondo, negros como el túnel más oscuro, y tan fríos como el hielo. Deseas ver algo en ellos que te recuerde que aún hay esperanzas, pero no lo logras. Cada vez que te dirigen la mirada sientes dolor por dentro, que te impulsa a gritar y llorar de pura rabia.

Y su sonrisa; más que una sonrisa, es una mueca, un espasmo obligado por quienes imponen su autoridad sobre los demás, inconscientemente. No busques un solo rastro de felicidad en ese gesto; no lo vas a encontrar.

Habrá quien quiera malinterpretar este escrito, y tal vez no vaya del todo desencaminado (siempre dentro de unos límites); me da igual, mi opinión está para contarla, demasiadas cosas me guardo ya para mí mismo...

No cesaré en la búsqueda de lo perfecto... creo que en ti lo he logrado atisbar.

Piensa en lo que es el mundo, intenta encontrar la verdad, pero no lo conseguirás; no obstante, vale la pena el intento, aun sabiendo que el fin es inalcanzable.
Las palabras fluyen en el papel, y mueren antes de salir de mi boca.

Soy así, y nunca cambiaré...

Para ti

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