lunes, 18 de mayo de 2009

Nubes de paso


Llueve.

Sentada en un banco, a la intemperie, tus lágrimas se confunden con el llanto del cielo.
La mirada perdida en tus manos manchadas de pena y dolor.
La gente camina por la calle, bajo sus paraguas, como manchas oscuras en un lienzo gris.
Se mueven, de aquí para allá, pero no van a ninguna parte en realidad.
Reconoces a la muerte en sus ojos, y sientes miedo.
Un pánico colosal surge de lo más profundo de ti misma.
Temes que alguno de ellos se acerque a ti y te haga hablar.

Así que te pones en pie, y sales corriendo, sin rumbo fijo.
Corres, bajo la lluvia, como un alma perdida.
Y mientras corres, lloras, desde el corazón.
Son de esos momentos en que no sabes qué estás haciendo,
pero, en cierto modo, lo que haces tiene un sentido,
una razón, aunque tú la desconozcas.
Por eso corres, porque no sabes hacer otra cosa
más que huir.
Has huido todo este tiempo de ti misma,
pero siempre te has encontrado,
donde menos lo esperabas.

Corre, ¡corre!,
que nadie te detenga,
ni siquiera tú misma,
estás de paso por la vida,
como las nubes están de paso en el cielo,
hasta que finalmente desaparecen,
ya no las puedes ver,
escondidas tras un horizonte sin fin.

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