miércoles, 20 de mayo de 2009

Atardecer de verano


Relájate. Siente cómo tu pulso va descendiendo, siente tu pecho ascender cada vez más y más lento. Experimenta la sensación de libertad que te proporciona la calma. Te sientes volar... ¿verdad? Vuelas, en los cielos, por encima de las nubes, con el viento a favor, libre...

Libre. Libre eres, y no lo sabías, y yo no lo sabía.

Sonríe, hermana. Sonríe, porque una sonrisa tuya bastará para hacerme feliz, y no hay nada en el mundo que desee más que ser feliz, y contemplar tu sonrisa. Es extraño, ¿quién diría que dos almas tan distintas tuviesen tanto en común?

Sonríe, hazle frente a tus miedos, a tus problemas, hazle frente a la vida. Olvídate de ellos por ahora; elévate por encima de todo, ¡y ríe! Ríe sin pudor, ríe como nunca lo has hecho, canta, canta de plena felicidad, escucha tu voz, armoniosa como un atardecer de verano, frágil como la estabilidad de una ola, y misteriosa, fascinante, como el mar.

Sé feliz, que yo te contemplaré, sentado, lejos de ti, a la orilla de la playa, y seré la persona más feliz de la tierra, y podré morir tranquilo, porque al fin habré contemplado tu sonrisa, lo que más ansiaba en la vida, en este mundo.

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