Aullidos que rasgan el velo
de la oscuridad.
El carmín de tus labios
se desliza por la pared,
como sangre.
El crujido de las sábanas
te revienta los tímpanos,
y gritas,
hasta que te quedas sin voz.
Y tus puños golpean el suelo
y de tus manos brotan
todos los miedos
que guardaste una vez.
Me acerco a ti, y te toco,
sintiendo en mis dedos
la energía que te posee.
Y te derrumbas, extasiada,
y yo tan sólo
puedo quedarme quieto...
mirándote.
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