viernes, 1 de enero de 2010

Un rayo de sol se asoma entre las montañas;
lentamente, va haciéndose hueco entre los riscos
y salientes para al fin iluminar tu rostro.
Contemplas el paso de la noche al día
con una sonrisa dibujada en tus labios rosados,
disfrutando el silencio líquido que te rodea,
y de esa paz interior, de la comunión
entre tus deseos más profundos
y lo que realmente has conseguido.
Mírame a la cara, dices.
Soy feliz, ¿lo ves en mis ojos?
Y sonríes más abiertamente aún,
un trazo ágil, sedoso, inmaculado,
bajo un cielo brillante de color azul turquesa.

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