lunes, 31 de mayo de 2010

Ayer soñé que ya no estábamos aquí,
que marchamos lejos a perseguir
nuestras sombras y nuestros sueños
al sol del atardecer.
Demasiado inconscientes para pensar
ni sentir nada,
más allá de la pura libertad
que respiramos del aire.

Soñé tus ojos verdes,
y ellos me soñaron a mí,
soñé tus palabras,
las palabras que siempre
quise escuchar de ti,
la melena sobre tus hombros,
la suave caricia del sol
en tu espalda semidesnuda.

Y desperté,
en mitad de una noche de verano,
encendí un cigarro
y me asomé al balcón,
y disfruté de esa brisa
infinitamente leve
que solía sorprendernos
cuando no la esperábamos.

1 comentario: