jueves, 3 de junio de 2010

La puerta entornada
en una tarde de julio,
una cortina naranja
que con levedad
se agita a la brisa.

El cristal frío,
sudor en tu frente,
una ráfaga de aire caliente
se cuela por la ventana
de par en par.

Un patio de paredes blancas
encierra momentos
que ya apenas recuerdas,
sombras de un verano
o varios quizás.

Música en la tele,
olor a café en el comedor,
recuerdo bien el tacto
de las sábanas
contra la espalda.

Y cae la tarde,
un suelo de losas de colores
casi infinito,
tan grande como dos
campos de fútbol, o más.

La hierba crecía alta
en los campos de alrededor,
con la noche se escapaban
los últimos momentos
de un verano eterno.

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