lunes, 24 de enero de 2011

Tus ojos vidriosos escudriñaban
la media luz del lugar,
buscando respuestas en el rincón
más oscuro,
la cosa más anodina.
Quise coger tu mano,
besar tu frente,
sentir tu abrazo en mi pecho,
pero no pude;
me fallaron las fuerzas y las ganas,
y me alejé de ti,
cobijándome lejos de allí,
donde pudiera llorar a solas.

Las horas pasaban como meses,
ni rastro del alba ahí fuera,
las nubes cubriendo un cielo
que se adivinaba triste, apagado.
Y yo te veía dormir,
apoyada en el respaldo rojizo
del sofá de la sala.
Inconsciente, en completa paz,
quise creer que todo esto,
lo que nos ocurrió,
no era más que un maldito sueño,
una historia de la novela más negra,
ficción, y no realidad.

Pero ahí estabas,
respirando pausadamente;
rompiendo el frío silencio
con tu leve aliento,
recordándome que seguimos vivos,
le pese a quien le pese,
incluso a nosotros mismos;
que la vida quizás siga,
pero no hay nada más real que tú y yo,
aquí y ahora,
hasta que dejemos de serlo.

1 comentario:

  1. disfrutar del presente mientras dure, sin pensar demasiado en el futuro...

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