decírtelo todo con la mirada,
derribar muros a patadas
y escapar libre a tus brazos,
donde nadie me persiga;
abandonar este insano
mundo de palabras negras
sobre blanco fondo,
el parpadeo apremiante
que consume mi vida
y deja seca mi voz interior,
la que me dice, todos los días,
que vaya a buscarte a casa,
o a cualquier lugar del mundo.
Pero no puedo, soy incapaz
de romper esta guitarra a pedazos,
destrozar los sueños de un joven
que quiso ser poeta una vez;
y maldigo estas palabras
que me quitan y me dan la vida,
que te cuentan historias
a millones de kilómetros de distancia,
y son el insignificante reflejo
de ese poema de amor definitivo
que tengo grabado en mi cabeza,
por si algún día te dignas
a entrar dentro de ella, siquiera.
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