Me apagas la vida
con tu gesto triste,
falso como promesas
de madrugada,
que esconde tu risa
satisfecha.
Y no me importa
que tus ojos miren
a otros,
que tus noches
no me incluyan,
ni quiero que me importe;
pero ahórrate
las palabras vacías,
las palmadas en la espalda
y la filosofía de barato;
ahórrate el mirarme
a la cara y fingir
qué tan amigos somos,
porque duele el saber que no,
porque me mata la desconfianza,
y a ti, pues te da igual.
No debería darle igual. Y odio la filosofía de barato.
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