jueves, 6 de septiembre de 2012

Septiembre enterrándose apenas
entre montículos de arena roja,
gris el mar te visita en sueños,
no te queda más que aire,
un camino desierto que hollar
y los restos de un día que naufraga.
Pero todo es fácil, todo es leve,
todo es de un color tan blanco
que ciega,
y las olas rompen a tus pies,
y despiertas del sueño.

Septiembre deshaciéndose
en la ceniza de un cigarro,
el sonido áspero de la tierra
abriéndose camino,
la multitud emborronada,
apresurada, violenta;
ahí arriba, no hay vida,
estrellas rutilantes
y hay calma,
la leve calma que no existe
aquí.

Septiembre brillando
en la luna de un viejo coche,
azules los cielos se repiten
una y otra vez,
como un espejismo
o quizás una pesadilla
de palabras y más palabras,
voces anodinas y exasperantes,
violencia y la leve calma,
un grito roto y seco
a la orilla del mar.

Septiembre escuchando
la música,
echado a la carretera
a mil millones de kilómetros
por hora,
sediento de locura y pasión;
no están aquí, no queda nadie,
las mil millones de miradas
que te separan de mí
no son más que el camino,
mi penitencia.

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