martes, 10 de diciembre de 2013

A veces es sólo un mensaje tardío de madrugada
leído al sol del mediodía,
o el fugaz aroma de tu pelo que te sorprende
al susurrarte al oído: 'Quizás no estás tan loca',
o el sabor dulzón del vino blanco
que te transporta a donde nunca has estado,
o el recuerdo nítido, como si fuera ayer,
de un puente tembloroso bajo la luna,
o el frío glacial que sólo nosotros
calificamos como tal, inexpertos como somos,
o la infinita admiración al escucharte hablar
como si fuera el mar, en su inmensa grandeza,
quien juntara las palabras en tu boca
y vinieran a mí como el eco dulce de tu voz.

A veces son sólo las tardes sin nada que hacer,
eligiendo las palabras para hacerte reír,
o la agradable comodidad de una silla de mimbre
cuando cae la tarde entre los árboles,
o la caricia suave de tu gato,
que de frío e indiferente, respeto como al que más,
o las caricias que nunca llegan, que mueren antes,
por mantener la incógnita ya hace mucho despejada,
o el temblor en las piernas, en los brazos, en el alma,
al abrazarte sin querer que te alejes de mi lado,
o la sonrisa incontenible que me despiertas cada día
cuando descubro que el invierno casi llega,
que la vida es como un atardecer sin fin,
y puedo hablarte o escucharte, como si un milagro fuera.

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