domingo, 9 de marzo de 2014

El desengaño es amargo,
como cuando las cosas
cambian de color
cuando desaparece el sol
y sólo queda un ocaso
frío y azulado.
Quieres entrar por esa puerta
que ya no existe,
la ves pero no está ahí,
son sólo sombras;
ahora sólo quedan decorados,
paredes falsas que caen
al rozarlas con los dedos.
Y dudas de tus recuerdos,
y todo se vuelve demasiado
caótico y gris.
La verdad ya no es tangible,
y aunque tus manos
se sientan vivas, móviles,
y tus pies te lleven por caminos
duros y asfaltados,
las sombras te hacen dudar.
Buscas y gritas auxilio,
en un intento desesperado,
pero es un grito mudo, vacío,
mientras en tu cara pintas
sonrisas ocasionales
para no pensar,
para no ver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario