sábado, 27 de diciembre de 2008

Just another day without you


Estoy aquí, solo ante el espejo, en esta habitación a media luz, practicando miradas y palabras que he guardado para ella. En mi mano aguanto una fotografía suya, que me mira a la cara fijamente desde detrás del cristal, con ojos sonrientes, de color negro azabache. ¿Cómo puede ser que esté tan cerca, al alcance de mi mano, y sin embargo mi corazón la sienta tan lejos? Procuro no pensar en ello, pero una lágrima resbala por mi mejilla, mientras su rostro me escruta alegre dentro del marco. No quiero que me vea llorar; dejo la fotografía boca abajo encima de la cama, y me tumbo al lado de ella. Cierro los ojos y me abandono a mis pensamientos.
Fuera la tarde cae, lenta, como si no quisiera irse ya a dormir, como si al extinguirse fuera a desaparecer para siempre. Unos débiles haces de luz entran oblicuos por mi ventana, pero ya no iluminan nada. La noche engulle al día irremediablemente, en un solo instante, y ahora todo está oscuro en mi dormitorio, pero no así en la calle, donde las altas farolas, erguidas como imponentes árboles, alumbran las aceras y el asfalto, por los que no pasa nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario