jueves, 22 de enero de 2009

El cigarro


Escondido tras unas gafas de sol,
con expresión impenetrable en su rostro,
los brazos cruzados contra su pecho,
y un cigarro sin encender en su boca,
Almanegra se dispone a matar.

Se levanta con parsimonia de su asiento,
pasa las manos sobre la chaqueta,
buscando algo.
Entre su ropa extrae un revólver,
lo carga,
y se prepara.


Enciende el cigarrillo,
un par de caladas y al suelo.
Camina encorvado,
como oteando el horizonte,
en busca de su presa.

Otro cigarro a la boca...
Son sólo dos disparos:
uno en la cabeza,
otro en el pecho.
Y ahí se acaba todo,
¿qué problema hay?
No puedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario