lunes, 21 de diciembre de 2009

Encerrada entre cuatro paredes
que parecen encogerse sobre sí mismas
Quieres mirarlas, pero cambian de lugar
Quieres alcanzarlas pero están demasiado lejos
Te lanzas con rabia sobre ellas
y te devuelven un golpe seco
Estás asustada... mucho
Te dejas caer en la silla
y encoges las piernas,
mirando a tu alrededor.
Bécquer, Hemingway, Steinbeck,
Huxley, Capote, Dumas, Follett,...
Impasibles, inmóviles,
aguardan en la estantería.
Jim Morrison te vigila desde la pared,
ofreciéndote una mano
que nunca vas a coger.
En tu escritorio, papeles en blanco,
poemas que nunca llegaste a escribir,
palabras que quisiste vomitar
y se perdieron por el camino.
La habitación se hace más y más
y más pequeña,
sientes un agobio sobrenatural;
quieres salir de allí,
pero tu mente ciega no te deja pensar.

Y de repente, ves la luz:
la luna, majestuosa, ilumina tu cara
Te levantas, esperanzada,
y te acercas a la ventana.
Fuera el mundo sigue su curso:
los coches pasan, la gente camina,
un murmullo constante y reconfortante.

La vida sigue igual,
pero algo en ti ha cambiado.
Y no sabes qué es.

1 comentario:

  1. Me encanta leerte desde que te descubrí, hoy has puesto en palabras lo que sentí estos últimos días...afortunadamente ya escapé de la habitación!

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