jueves, 10 de diciembre de 2009

La rueda

Quise alejarme de todos,
hasta de mí mismo...
Quise ver cosas nuevas,
experimentar cosas nuevas,
que me hicieran verle algún sentido a una vida
que ya no tenía nada que ofrecerme.

Me embarqué en un viaje
del que tal vez nunca volviera,
si el mundo de allí afuera
realmente me ofrecía motivos
para quedarme.

Vagué por caminos nunca hollados,
rodeado de naturaleza y calma,
con la sola compañía de mi mochila
y la cámara en la mano.
Pude contemplar maravillas
que a menudo pasan inadvertidas
a ojos que no saben ver.
Divisé pueblos en la distancia,
pequeños refugios bañados
por la cálida luz del atardecer.
Aprendí cosas, muchas cosas,
de las gentes que me crucé
por el camino.
Gentes dispares, extrañas a veces...
humanas después de todo.

A cada paso que daba,
me iba dando cuenta de que el vacío
que había sentido en mi interior,
seguía estando ahí, omnipresente,
y que ninguna de las experiencias
que pude haber vivido alguna vez
llenó nunca ese hueco.

Y caí en la cuenta, tras un rato,
y con una sonrisa de idiota en la cara,
de que la razón de que nunca,
nunca hubiera disfrutado nada del todo
eras .

Solo me había embarcado en ese viaje,
un viaje que me llevó a todos sitios,
y a ninguno,
como una rueda que gira de por vida.

A solas me embarqué,
y a solas escuché, por última vez,
el suave siseo de las hojas
en el árbol en que vine a morir,
que me reconfortó,
y nunca me llenó,
pues no estabas tú ahí.

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