lunes, 18 de enero de 2010

Echo tanto de menos
esos momentos inertes
a tu lado
que hasta me duele
físicamente.

Cuando acariciaba
el círculo de tu ombligo
en tu vientre
levemente abultado,
que hacía las veces
de almohada
en esas tardes de sofá,
tele, verano y chicharras;
entonces reías casi
instintivamente,
no sabes cómo
echo de menos
esas sonrisas dirigidas a
ninguna otra persona
sino a ti misma,
de puro placer.

Y tu olor después
de bañarnos en el mar
y volver paseando
por la orilla,
el olor de tu pelo
mojado...
Y el olor de tu vestido blanco,
que me traía recuerdos
de crío,
cuando el tiempo no existía,
y los problemas eran cosa
de los mayores.

Recuerdo los pelos de tu nuca
estremecidos de locura
al contacto con mis dedos,
como si entre tú y yo
saltasen chispas,
o qué se yo.

Y ese verano nunca vuelve,
por más que lo busco,
y tú no vuelves;
y allí me quedo,
al amparo de un cielo de estrellas,
contemplando el mar en la noche
y un faro a lo lejos,
deseando no haberte conocido
para evitarme el dolor
de olvidarte.

1 comentario:

  1. El dolor de olvidar
    Es el mas grande y sin duda, el mas dificil de superar.

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