viernes, 29 de enero de 2010

Perder la mirada
en el horizonte gris
de las cosas,
mirar y no querer
ver nada,
delante de ti
desfila tu vida entera,
lo que la hace real,
y tú tan sólo
observas un punto
en el infinito.

El punto crece,
y se vuelve
insoportablemente grande;
y de la noche al día,
se vuelve de nuevo
insoportablemente pequeño;
intangible,
delicado,
como el iris
de tus ojos verdes.

Porque cuando los miro,
me quedo fascinado
con cada pequeño movimiento
que hacen;
no pueden estar inmóviles,
no pueden parar,
y recorren mi rostro,
mis labios y mis ojos,
sin detenerse nunca,
ni aun cuando sé que lo intentas.

Y es entonces cuando sé
que he perdido el miedo a todo,
tú me lo has arrebatado,
he perdido el miedo a hundirme
en el abismo de tus ojos como solía,
porque ya nada importa,
y ya nada quiero en la vida
más que seguir el camino
trazado por tu mirada,
y beber sediento
la alegría que desprenden.

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