lunes, 25 de enero de 2010

Respirar por no morir,
y contener el aliento
en esos momentos
en que el mundo
parece detenerse,
como cuando saltas
al vacío y finges volar,
y tan sólo esperas
el momento,
el instante de la colisión,
el segundo en que todo
cambia sin remedio,
en el que todo se vuelve
importante
y nada dura.

Y es extraño
cuando sientes correr
la sangre por tus venas,
el oxígeno alimentando
tu mente,
el corazón bombear
dentro de ti,
el calor de la energía
que te invade
y quieres liberar...
de alguna manera.

Respirar por no morir,
y dar la vida por respirar
por última vez
el viento salado
que entierra todo pensamiento,
y te sume en la inercia
de una ola,
a la deriva,
hacia ningún lugar,
el lugar del que vinimos.

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