miércoles, 24 de febrero de 2010

Aquí me tienes,
otra tarde junto a ti,
otra de tantas,
viendo el día caer
sobre un mar azul,
inmenso,
inabarcable;
no hay nada
que hacer aquí,
tan sólo mirar al infinito
buscando respuestas
en la delgada línea
en que cielo y mar
se funden en uno solo.
Acaso alguna palabra,
algún discurso al aire
que rompa el silencio,
cada vez más incómodo,
cada vez más violento,
tan sólo por hablar,
por dejar constancia
de que seguimos vivos,
y no hemos muerto.

He perdido el hilo
de lo que me ibas diciendo,
mis pensamientos
escondidos quizás
en esa nube blanca y rizada
que cruza el cielo,
quién sabe;
hace ya tiempo que no escucho,
o no quiero escuchar.

Por inercia, asiento
siempre que me hablas
sobre la vida,
sobre aquello que pudo ser
y por azar no es,
lamentándote,
siempre lamentándote;
oigo tu voz
y me cuesta encontrar
nada de lo que
un día me enamoré.

Río sin ganas,
no quiero reír junto a ti,
porque todo el sentido
que alguna vez tuvo esto
ya no existe,
y aquí nos tienes,
aquí me tienes,
en silencio frente al mar,
matando las horas
que le quedan a este día,
y a nosotros mismos,
poco a poco,
sin querer darnos cuenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario