viernes, 30 de abril de 2010

El cielo es una sábana gris
que oscurece todo lo demás;
todo es triste
y frío,
y hasta la luz parece recelosa,
desganada,
de colarse por los rincones;
mientras escribo esto,
oigo los coches pasando
cerca de aquí,
y nada más;
no hay nada más,
sólo el neumático
en el suelo,
el olor a ciudad
y ese zumbido constante
en mi oído derecho.

Agarro la guitarra,
con ánimo,
pero no soy capaz de sacarle
más que dos acordes inconexos,
como si no quisiera
decirme nada,
como un reflejo
de mí mismo.

La espalda contra la pared,
observo el muro frente a mí,
liso, sin fisura alguna;
cae la tarde,
y los coches ahogan,
ahí fuera,
el canto de los pájaros
y todo lo demás.

1 comentario:

  1. Hay días grises que nos contagian su color, démosles pues pinceladas de colores vivos que saliendo de nuestro interior asciendan hasta las nubes, y las disipen, las pinten de azul, y permitan que veamos el sol.
    Buen poema, pero no te dejes llevar por el tiempo. Un abrazo.

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