martes, 29 de marzo de 2011

Grita con tu ronca voz
de mil pájaros ciegos,
vomita los desechos
de una ciudad
rodeada por las llamas,
implorando a los cielos
gobernados por señores
de la guerra
la salvación de sus gentes
y sus parques,
de los estanques donde van
a dejar la vida
los que no tienen valor
de abandonarla a su suerte,
los inútiles, los cobardes,
los hombres que transitan
estos mundos inciertos,
que respiran putrefacta poesía
y desnudan sus maltrechos cuerpos
cada noche a la misma hora,
cuando el reloj marca los minutos
en paredes sucias y gastadas,
y la indistinguible sucesión
de día y noche
abrasa sus retinas
y sus mentes de intenso dolor.
Dejan lo importante escrito
en notas a pie de página
en cualquier rincón,
el salvajismo del jazz
marcando sus tiempos en un baile
caótico e histérico
de marionetas de la sociedad,
demacrando y vejando
sus sentidos hasta volverlos
inertes, impasibles
a los gozosos secretos
de un buen polvo,
liderando el desfile fascista
hacia la libertad de la ignorancia
y la cotidianidad de vidas
grises como la niebla marina,
volviendo locos a los hijos
de su tiempo,
regalándoles futuros envueltos
en papeles de seda, vacíos,
oscuras noches de borrachera
que se desvanecen
en conversaciones pseudo-intelectuales,
de medio pelo y botella de whisky maltés.
No hay amor en las calles,
en los gestos de la gente,
en las esquinas donde esperaban
los antiguos amantes de mis ancestros
orinan los perros y sus dueños,
ya no sirve de nada correr
por esta jungla de asfalto
y gritar con voz ronca
por intercesión de un mundo
que va siendo asesinado,
poco a poco, irremediablemente,
por una pandilla, esta nuestra pandilla,
de irresponsables diablos.

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