jueves, 14 de abril de 2011

Caminando lenta, parsimoniosa,
bajo la eterna luz solar,
hollas el polvoriento sendero
paseando con gracia
tus tacones de aguja fina,
desafiándome a seguir
el rastro de tus ojos verdes
en este lugar inubicable,
mordiéndome la lengua
a cada envite de mi boca
contra la tuya,
golpeando mi pecho con tus puños,
para avivar este corazón
que voy perdiendo poco a poco,
sin que ni tú, sí, tú,
ni nadie de este maldito mundo
pueda traérmelo de vuelta a casa.

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