domingo, 12 de junio de 2011

Pues qué, si después de todo
acabaremos arañando las paredes
de esta jaula que nos aprisiona,
buscando la libertad
que nos negaron nuestras palabras.
Quizás aprendamos que no somos
más que castillos de naipes
en mitad de la tormenta,
veleros en la mar revuelta,
navegando sin destino ni fin,
ausentes de la vida y el amor,
con los ojos abiertos
y el alma en ninguna parte.

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