Suena, suena, suena el tiempo
colándose por los huecos
de tus venas,
pasa el invierno y me quedan
los días cálidos
y desnudos
frente a una pradera
sin fin.
Llora, ríe, siente que pasa
como si todo en la vida
fuera un suspiro,
muévete y baila hasta
que rías sin control,
desatada,
grita que eres grande,
gigante.
Te pasaré a buscar una noche
cualquiera a la orilla
del río gris,
y la redención de tu mirada
será mi droga,
mi alma,
como la espera del verano,
las madrugadas en la cama
o la música
que nos envuelve.
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